lunes, 1 de septiembre de 2008

Julio Cobos, mi mamá, el enano golpista y el ser nacional

Eran las 9 de la mañana del jueves 17 de julio, y yo estaba a punto de desayunar luego de una larga noche en la que no pegué un ojo: primero por quedarme a ver el debate en el Senado hasta el final y después porque no podía dejar de pensar en lo que había pasado. Madre, que vive enfrente, salió de su casa, cruzó la calle, subió la escalera y golpeó mi puerta. No había terminado de entrar, cuando me preguntó:
—¿Y ahora a quién van a poner de presidente?
—A nadie —le contesté.
—Pero perdió, se tiene que ir...
Madre es golpista: quiere que Cristina Kirchner se vaya, y no había manera de hacerle entender que no se iba a ir, que sólo le habían votado en contra una ley en el Congreso, que eso pasa en todo el mundo, todos los días, y los gobiernos siguen y no se va nadie. Y que hasta el 2011 ella va a ser nuestra presidenta, y que no es cuestión de andar sacando y poniendo presidentes, que a los presidentes se los elige votando. Cuando al fin lo entendió, respiré aliviada: ¡un golpista menos, en este país tan lleno de gente que quiere voltear gobiernos! Y sí, somos muchos. Los del Monumento a la Bandera el 20 de junio, los del acto en Palermo el 15 de julio, los diputados y senadores que votaron en contra el 17 a la madrugada y el lord desestabilizador mayor, el “más pior” de todos: el vicepresidente Julio Cobos. Somos demasiados, y por su fuéramos pocos se nos han sumado algunos oportunistas, de esos que nunca faltan cuando de conseguir réditos políticos se trata...
Fiel a su costumbre de tener la última palabra, madre insistió con que los que habían perdido tenían que irse y yo me quedé pensando que, salvando las distancias, ella estaba haciendo lo mismo que muchos analistas políticos y periodistas: reducir la cuestión a una contienda con vencedores y vencidos. Se habla de la “derrota” del gobierno como si la presidenta y su gabinete volvieran de perder en Vilcapugio y Ayohuma, cuando en realidad tuvieron un traspié legislativo que, dadas las circunstancias, era totalmente previsible. Pero el gobierno todavía está a tiempo de rehabilitarse frente a la sociedad: sólo tiene que hacer una autocrítica profunda y honesta, y escuchar las voces de los que intentan hacerle ver en qué está fallando.
También debe entender, el gobierno, que nuestra democracia está creciendo y ya no queremos líderes omnipotentes que nos traten como a chicos y nos marquen el rumbo con el índice en alto. Queremos ser partícipes, queremos empezar a hacer notar lo que nos gusta y lo que nos disgusta, queremos, los del interior, que los funcionarios nacionales no tomen decisiones desde allá sin conocer lo que pasa acá.
El enfrentamiento entre el gobierno y el campo, o como se quiera llamar lo que pasó durante los últimos cuatro meses, nos ha venido muy bien a los argentinos para aprender unas cuántas cosas. Hoy sabemos qué son las retenciones y cómo se aplican, que son los pools de siembra, qué se produce en las distintas regiones del país, qué diferencias hay entre un productor de la pampa húmeda y uno del noroeste, y hasta cuánto rinde la hectárea de soja en cada región. Sabemos, porque lo hemos visto funcionando a pleno, que el Congreso existe, es importante y tiene facultades que no debería delegar nunca más, porque es allí donde están representadas las provincias. Sabemos que, así como se les ha negado a los militares, con toda razón, el recurso de ampararse en la obediencia debida, no se les puede pedir a los senadores oficialistas que voten por obediencia partidaria en cuestiones que involucran a las provincias que representan. Y sabemos, también, para qué sirve un vicepresidente, porque convengamos que la mayoría teníamos la impresión de que era sólo el suplente del presidente, un adorno, casi.
Pero Julio Cobos pateó el tablero y nos demostró que a veces uno puede, y debe, disentir desde adentro, y que eso no es el fin del mundo. Si la presidenta lo piensa bien, su vicepresidente hizo por ella mucho más que todo su gabinete, y que su marido: le tranquilizó el país; los ánimos se distendieron como por arte de magia, y a casi todos nos invadió la sensación de que alguien, o algo, había recuperado el control de una situación que amenazaba con desbocarse.
¿Cobos es un traidor, un desestabilizador? ¿El país está lleno de golpistas? Mejor sería que en el Ejecutivo se dejaran de buscarle el pelo al huevo y de ver fantasmas donde no los hay: los que pensamos distintos no somos golpistas, sólo pensamos distinto, nomás.
Nos debemos una mirada crítica, los argentinos, y no sólo respecto a este conflicto sino a todo lo que pasa y ha pasado en el país.
¿Qué nos molesta de los Kirchner: que sean “zurdos”, o que gobiernen mal? A mí, poco me importa sin son zurdos, derechos o ambidiestros: quiero que hagan bien las cosas y espero que a su gobierno le vaya muy bien, porque entonces a mí también me irá bien. No me molesta, como a algunos, su defensa de los derechos humanos, ni la reivindicación de la memoria, ni que juzguen a los militares: la barbarie debe ser castigada. Pero también me hubiera gustado que estuvieran presos los jefes guerrilleros, que llevaron a tantos jóvenes a empuñar las armas por una “patria socialista” que la mayoría de los argentinos no quería. La generación de los 70 estaba llena de ideales: yo viví en esa época, y si bien era chica (nací en 1960) pude ver a muchos de los que tenían cinco, seis años más que yo, involucrarse con la gente y sus necesidades en las villas, en las escuelas, en el gremio. Se hablaba de política en las universidades, en las fábricas, en la calle, a tono con lo que pasaba en el resto del mundo. Pero algunos decidieron ir más allá, tomaron las armas y lo que vino después, en ese momento y en ese contexto social y político, era previsible: teníamos militares acostumbrados a cumplir órdenes y cuando se les ordenó aniquilar a la subversión, no escatimaron ningún recurso a su alcance, por ilegal o monstruoso que fuera; teníamos militares adoctrinados para ver comunistas hasta en la sopa, y a los que no vieron, los inventaron; teníamos militares acostumbrados a desalojar gobiernos, y bastante gente acostumbrada a pedirles que lo hicieran. Eso hemos sido, nos guste o no: los golpes militares no salen de un repollo, los gesta y los alumbra la sociedad, o una parte de ella. Creo que si la guerrilla hubiera tenido el suficiente apoyo popular podría haber triunfado, pero el argentino medio prefería que los fusiles los tuviera el ejército, que le merecía más confianza. No lo digo yo, lo dice nuestra historia: el comunismo, acá, no tuvo ni tendrá terreno fértil para echar raíces. Desde el más pobre al más rico, todos queremos tener lo nuestro, todos somos partidarios de la propiedad privada y de las libertades individuales.
Hasta 1982, fuimos un país con tradición golpista. Desde 1983, somos un país democrático: la letra entró con sangre, y hoy no hay ninguna posibilidad de que renunciemos a la democracia para dejar el gobierno en manos de los militares, ni de un dictador. Pero que seamos democráticos no significa que no podamos disentir con el gobierno; es más, lo saludable sería que controláramos mucho más a nuestros gobernantes, recordándoles constantemente que tienen la obligación de manejarse dentro de la ley y poniendo el bien común (común quiere decir “de todos”) por encima de sus postulados ideológicos.
Para que la democracia funcione bien debe haber independencia de poderes. ¿Por qué no creemos en la justicia? ¿No será que la justicia no está dando las respuestas que la gente necesita? ¿Por qué tenemos la sensación de que el Congreso no funciona bien, de que los legisladores no trabajan como deberían?
Para que la democracia funcione bien, los partidos políticos deben funcionar bien. Y no lo hacen: nuestros partidos políticos se atomizan por el exceso de personalismo, pero por sobre todo porque no hay internas y el que no está de acuerdo con las conducciones elegidas a dedo, tiene que armar su lista por afuera. ¿Quién lo eligió a Néstor Kirchner presidente del Partido Justicialista? ¿Qué interna ganó nuestra presidenta para ser candidata? ¿Cómo es posible que en cada elección tengamos varios candidatos del mismo partido, pero en listas distintas?

Última reflexión. Todos necesitamos que al país le vaya bien. Todos queremos lo mejor para el país. Todos queremos justicia. El que piensa distinto no es malo ni bueno por eso; está en la vereda de enfrente, nomás, pero mientras no empuñe un arma contra otro argentino, mientras cumpla con sus obligaciones, mientras sea honesto, mientras respete la ley, todo lo demás se puede discutir.
Sí, nos debemos una mirada crítica, los argentinos.

Graciela Fernández
Escritora - Río Ceballos - Córdoba - Argentina
http://www.terincollado.blogspot.com

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelentes reflexiones. Seguramente muchos argentinos nos hacemos todas esas reflexiones, buscando el porque no tenemos ese pais soñado por nuestros Pro-hombres de todos los tiempos.

Anónimo dijo...

El "me hubiera gustado", señora, da por sentado que eso no ocurrirá.

¿Cómo se imagina el país dentro de unos años, cuando todos estos juicios sean historia, muchos de nuestros soldados a los que, como usted dice, les pedimos desesperadamente que intervinieran, hayan muerto en las prisiones, y quienes cometieron crímenes incalificables para imponer una idea que, además, nadie quería, aparezcan dando lecciones morales por TV?.
¿Está segura que ese país asi descripto podrá tener la frente bien alta?. ¿O habrá una vergüenza inconfesable que ocultar para siempre?.

Graciela Fernández dijo...

Bauprés, quisiera que dentro de unos años, cuando TODOS los que estuvieron de uno u otro bando hayan muerto, la historia que se enseñe en las escuelas ponga las cosas en su lugar:
1) Los militares hicieron lo que era previsible que hicieran, en ese momento y en esas circunstancias. NO ESTOY DEFENDIENDO ni justificando LA BARBARIE que significó apropiarse de vidas y bienes ajenos, o de recién nacidos, sólo estoy juzgando los hechos en su contexto y su época original.
2) Los guerrilleros, los que tomaron las armas, no eran idealistas, eran delincuentes, y como tal se los tendría que haber juzgado y condenado. JUZGADO Y CONDENADO, no asesinado ni desaparecido.
Hoy hay una visión demasiado parcial, con buenos muy, muy buenos, y malos muy, muy malos. Esperemos que cuando se enfríen las pasiones se pueda hacer una lectura más objetiva. A la historia la escriben los que ganan, es cierto, pero tarde o temprano, la verdad sale a luz. Confiemos en eso...

Anónimo dijo...

Eran unos delincuentes muy dedicados por cierto.
Que eran apoyados y se entrenaban en campos de prácticas militares en países en plan de conquista política del mundo…,

con publicaciones doctrinarias y publicitarias propias y apoyo de la prensa Internacional…,

infiltrados en todos los órdenes de la vida de nuestro país, con planes de reclutamiento que por cierto incluían el de jovencitos de catorce años.

Catorce años, ¿se entiende?. ¿LO ENTIENDE?

Utilizando aparato estatal, como durante el gobierno DEMOCRÁTICO del Dr. Cámpora, y evadiendo esa Justicia que usted dice debió habérseles aplicado, ya que SÍ… centenares de ellos fueron juzgados, y liberados por sus camaradas con una ley de amnistía dictada por ellos mismos, SIN DESARMARLOS, y, peor aún, pedir su reconocimiento que abandonarían la metodología criminal y cobarde que utilizaban.

Y que de hecho continuaron en democracia, tanto así que Montoneros se pasa a la clandestinidad en Septiembre de 1974. Y que yo sepa, había allí un gobierno democrático.


Justamente, señora, lo que usted NO HACE, es ponerse en el contexto histórico.

NO LO HACE.

***

Anónimo dijo...

Bauprés. Yo nací en la Patagonia en el 68, así que no viví de cerca los temas del terrorismo. Solo se que drogar a alguien y tirarlo de un avión es INJUSTIFICABLE, y ponerle una bomba a un tipo porque es un general y matarle a los hijos es solo de SANGUINARIOS. Yo creo que se debía combatir, pero dentro de la ley sino son criminales los unos como los otros. Pero estamos en 2008 y solo he visto juzgados a los de un bando, no me parece justo y hay que cambiarlo. Creo que los países deben en algún momento olvidar y perdonar para poder seguir, se imaginan a los japoneses y norteamericanos tratar de juzgarse mutuamente por un ataque traicionero y una bomba infame... Es mejor manejar el auto hacia adelante y mirar por el parabrisas, manejar mirando por el espejo retrovisor no augura un buen destino futuro para nuestro viaje. Graciela me parecieron muy buenas tus observaciones.

Graciela Fernández dijo...

Andrés, coincido con vos salvo en una cosa: perdonar sí, olvidar, no. La memoria es necesaria.
Bauprés, se enoja conmigo como si yo defendiera a los guerrilleros, algo que no hice en ningún momento. Sé tan bien como usted que fueron juzgados, condenados y amnistiados. Es más, no sólo Cámpora los amnistió; también los favoreció la amnistía de Menem, que se aplicó por igual a represores y jefes guerrilleros.
A ver si nos entendemos: quiero un país sin guerrilleros y sin militares torturadores; un país en el que quienes se llenan la boca hablando de la ética, la practiquen (los militares que torturaron o se apropiaron de bebés SE PASARON LA ÉTICA POR EL CULO, y a eso lo discuto a muerte); un país en el que los políticos no borren con el codo lo que escriben con la mano. Y un país en el que los ciudadanos tratemos de ser ecuánimes, y aprendamos a ver la paja en el ojo ajeno y en el propio.

Anónimo dijo...

Buen articulo, estoy de acuerdo contigo aunque no al 100%:)